martes, 29 de julio de 2014

No soy valiente, solo me dedico a sobrevivir.

El otro día mi padre me dijo que "la vida es para los valientes y los que saben afrontar los problemas" y yo me eché a llorar pensando que entonces la vida no era para mí. Llevo estas palabras atragantadas desde hace algún tiempo y al final ha salido esto.


La vida,
la vida sí es para los valientes,
pero también es de los cobardes,
y es que nadie habría sido valiente
si no hubieran caído
tres mil cobardes detrás.

La vida,
la vida es para todos,
-en la vida
cabemos
todos-
y es que no habría pros sin contras,
felicidad sin tristeza,
cielo sin infierno,
buenos sin malos,
ángeles sin caídos,
días sin noches,
dioses sin satanases.

Y ni si quiera
son verdad estas palabras,
porque la vida no es de extremos,
no es de blancos y negros,
es de grises,
de putos grises.

Y
yo
soy
muy
gris.

Soy valiente cuando toca
y cobarde cuando puedo;
no voy a ir al cielo,
ni al infierno,
voy a ser ceniza
en un mar de recuerdos;
que no sé volar
y no tengo alas,
solo un corazón
que no me cabe en el pecho,
y de buena tonta,
y por tonta
tú;
que ni Dios ni Satanás,
soy atea de nacimiento,
y para una vez que quise creer
me dio la espalda hasta mi médico;
soy el contra más jodido
que se enfrenta a tu lista de buenos,
y el pro por el que dejarías todo
aunque fueras al infierno;
soy lágrimas de felicidad
y un verano a tres grados bajo cero;
soy esa herida que te hiciste de niño
y de la que aún guardas cicatriz;
soy la luz que enciendes de noche
para desangrarte en el papel;
me enfrento a los problemas
en la medida que dicta mi cuerpo,
y huir siempre es un buen plan
cuando se prevee mal tiempo:
lluvias torrenciales,
huracanes
y tormentos,
-y
no
me
quiero
mojar-
porque no soy de agua
y no soy de tierra,
no soy de fuego
ni de viento,
no soy metáfora
ni soy poema,
no soy ni la musa
ni el poeta.

No soy.

No soy valiente,
ni cobarde,
ni si quiera soy gris.

SOY HUMANA.

Carlota

domingo, 13 de julio de 2014

Autoestima en números rojos.

Tengo el autoestima en números rojos
pero no un rojo de esos carmín
que dejan besos en vuestras camisas blancas.
Tengo el autoestima en número rojos
un rojo de esos que dejan marca
en mis espejos rotos.

Que me ves aquí, valiente,
subida a este escenario,
leyéndote mis poemas,
pero en realidad tengo vértigo.
Vértigo a las alturas.
Vértigo a hablar en público.
Vértigo a desnudarme el alma
y que no nos guste lo que encontremos.

Que esa que te canta en la cama
no le ha cantado nunca a nadie
ni siquiera a ella misma.

Que soy poema que suena a valor
pero no soy valiente,
ni siquiera dulce chocolate amargo.
Soy solamente un montón de sangre
cansada de latir.
Y nunca pensé que diría esto...
pero
estoy
cansada
de latir.
Cansada de latirle al resto
sin haberme latido
primero a mí.
Porque esa gata  salvaje que ves acercarse a tu boca,
sexy
decidida,
no sabe todavía cómo mirarse al espejo
(ni desnuda ni sin ropa).

Así que renuncio de todo esto:
al rojo pasión,
a los números que no cuentan cuentos,
al sexo sin amor,
al amor sin sexo.

Al amor

sin

mí.

Sara

miércoles, 2 de julio de 2014

(Auto)engaños.

Esta es mi quinta autobiografía
y sigue tratando sobre el fracaso,
el miedo a mirar al frente,
la pena en los ojos,
el abismo en los labios,
y las ocho mariposas
que tengo atravesadas
en el estómago.

                   -Porque tú nunca
                    las dejaste salir-

Esta es mi sexta vida de gata
y ya solo me queda una
para desperdiciarla
(otra vez)
entre besos de hojalata,
caricias de chatarra,
y hombres que,
chatarreros ellos,
prefieren las piezas
al puzzle entero.

Esta es mi cuarta cerveza
para ahogar mis penas
en este bar,
para beberme con cada trago
la distancia a la que ella nos obliga
a no estar,
para beberme las promesas
que nunca llegaron a más,
y tragarme las mentiras,
(tuyas y mías),
con forma de futuro juntos
y olor a sexo duro.

Voy por mi segunda operación de corazón,
y que conste que no sólo lo rompiste tú,
que me enorgullezco de decir
que también me lo rompió vivir a mil,
sentir la pasión y el drama
que tan poco te gustaba
porque no aceptabas
que yo soy de vivir en los extremos.

Ya voy por el tercer paréntesis
que silencia mi vida
y la pone en un segundo plano,
y ni sé cuántos punto y coma he utilizado,
como recurso metafórico,
por miedo a las despedidas.

Ya voy por mi octavo poema de (des)amor
y solo 7 y medio van para ti,
que la mitad de este
también es para mi,
porque juré y juro
vomitar tus putas mariposas,
curar(me) la cicatriz
y lamer(me) las heridas,
beber un poco menos
y amar(me) un poco más,
escribir con menos odio
(hacia mi)
y seguir viviendo a mil

                [pero con otros]


Carlota

viernes, 27 de junio de 2014

In - Presentable

Hay días en los que América Latina
me palpita más que nunca.

Ya hace casi un año que volví

y aún no he sido capaz de escribir
ni una
     sola
          palabra,
ni una puta palabra que lo merezca.

A veces sospecho que no existen palabras

que la abarquen,
ya ni siquiera me planteo la posibilidad de explicarla.

A veces sé que ni el cielo le llega

a la altura de los talones
porque ella es infinita.

A veces entiendo que no voy a ser capaz de volver a tenerla

si no es yendo de nuevo a empaparme
y
  ni siquiera
                eso
                     porque ella
                                      no
                                           es
                                               de nadie.

Hay días en los que regreso en colectivo

y no en autobús,
y su olor me inunda las fosas nasales
y el corazón me late más fuerte
y la sangre sale a chorro
por las grietas de un lugar
al que nadie
tiene
tiempo
de escuchar.

Hay días que me visto con trajes regionales

que almuerzo choclo
y tomo mate.

Hay días a punto de ebullición en La Costanera,
hay días que no me pongo faldas, sino polleras
hay días que no me pongo camisetas, sino remeras.

Hay días que me reverberan sus palabras,
hay días que no sé hablar
sino es para nombrarla.
Que no lo entendéis,
que no es vomitarla,
que es que se me sale por la boca
sola
cuando la pienso.

Que no lo entendéis si no habéis estado allí
para conocerla.
Que no lo entendéis
y yo no os la puedo contar
porque la palabra exacta
no existe
y todas las demás
se le quedan pequeñas.

No sé cómo haceros entender
la sangre que me corre por las venas.
No sé,
de verdad, no sé
contárosla.

Una vez dijeron de mí que no necesitaba presentaciones,
que me presentaba sola.
Y yo sólo pude pensar en América Latina,
en que a ella tampoco se la puede presentar:
in-presentable
le dicen,

le digo.

Decimos muchas cosas,
hablamos por no callar,
hablamos porque se nos ha roto el resorte
que nos hace dejarnos temblar.

Decimos
     y decimos
            y decimos
                  y yo sigo diciendo
que no es posible
que es mejor que me calle.

¿Qué digo?

pero no sé lo que digo.

Sólo sé que su ausencia se hace muy grande
y que las heridas que me ha dejado
no son grietas
son putas fallas tectónicas
                                             en el pecho.

Sara

lunes, 23 de junio de 2014

Te quiero

Para estar contigo
hace falta ser valiente.
Porque tú no tienes heridas en el pecho,
tú eres una herida sin cerrar,
una granada a punto de explotar
latente (de latir)
esperando
unos labios que le detonen.
Por eso hay que ser valiente.
Hay que ser valiente para estar cerca de ti
porque aún no te conoces
y quien se acerca corre el riesgo de ahogarse contigo.
Hay que ser valiente y paciente
porque no tardas en acostumbrarte
pero sí en acercarte a querer-
te (y me).
Hay que ser valiente y fuerte
para atreverse a vivir con el tic tac
de una bomba que nunca sabes
si va a explotar.
Para estar cerca de ti
hay que atreverse a vivir sin paracaídas,
hay que saber que te vas todos los días
a conocerte
y que ni siquiera tú sabes ni cuándo
ni cómo vas a volver.
Estar cerca de ti significa
darte la mano y saltar
sin saber si hay suelo,
colchoneta elástica,
o arnés que nos evite la muerte.
Estar cerca de ti supone
acercarse a menos de dos centímetros de tu boca
y decirte:
"si tú te tragas pastillas para dormir siempre
yo te beso
y nos dormimos los dos".
Acercarse a ti
supone dejar atrás el
¿capaz o incapaz?,
porque los dos sabemos que contigo
no existen los -in.
Estar cerca de ti
supone quererte.
Y yo...

domingo, 22 de junio de 2014

Diagnósticos.

Lo más bonito del hospital son las sonrisas,
las miradas esperanzadoras,
los gestos de cariño,
las historias compartidas
el miedo acorralado
por los superhéroes que lo habitan.

Lo más triste del hospital
son las lágrimas derramadas
y los gritos de dolor,
son las fuerzas perdidas,
sentir que vence la enfermedad
y que te puede la soledad.

Hoy,
al entrar en una habitación de ese bonito y triste hospital
encontré un poco de las dos en una niña que lloraba
recién diagnosticada
y una madre que la sonreía y no paraba de repetir
"no pasará nada".

Y es que ahí dentro
no sólo hay niños fuertes,
también hay súperpadres
con superpoderes
como la fuerza,
la constancia,
la insistencia,
las ganas,
la capacidad de nunca
nunca
dejar de luchar.

Lara no se cree que esté ingresada
y hace a su madre repetir una y mil veces
qué le pasa.

"Estás malita y te vas a quedar un tiempo
pero NO PASA NADA".

No
pasará
nada.

Hay sonrisas que valen más que mil palabras
y que son más fuertes
que cualquier quimioterapia.

Lara seguía llorando
contrariada,
quería creer a su madre,
confiar en su sonrisa valiente,
su abrazo que protege,
sus palabras que arropan,
su confianza latiente.

Me ha eclipsado esa fuerza.
¿Cómo estar tan entera cuando tu vida se ha dado la vuelta?
¿Cómo se sostienen los pedazos de un puzzle roto?

Ella,
súpermadre
y funambulista
a tiempo parcial,
que se tambalea en el abismo
de la enfermedad,
que anda con delicadeza
por la frágil cuerda
de la que ahora pende
todo lo que un día soñó.

Ella,
la que más tarde he visto llorando,
a escondidas,
para que nadie la viera romperse.

Ella,
que es fuerte,
pero no siempre.

Ella,
la de la sonrisa veinticuatro horas,
la de la fuerza de gigante,
la que clama que "no pasa nada",
también tiene derecho a llorar,
también necesita un abrazo,
necesita una sonrisa valiente,
una dosis de fuerzas
y una mano que apriete.

Ella,
necesita creerse
sus propias palabras.

No
pasará
nada.

Carlota

sábado, 21 de junio de 2014

Míra(me)

Sólo espero que cuando mires atrás
te acuerdes de que siempre estuve para ti,
que siempre tuve tiempo para hacerte sonreír.
Sólo espero que cuando mires atrás
te des cuenta que tuve más detalles contigo
que esa con la que te quedaste,
que te llevé más chucherías y alegrías
que tonterías por las que rayarte.
Sólo espero que te acuerdes de todas las veces
que acabamos en tu cama
sin poder evitarlo
porque ni siquiera queríamos intentarlo.
Que cuando digas
"es que ella está más cerca"
seas consciente
de que cerca está
quien tú dejas que esté.
Cuando mires hacia delante y sólo hay niebla y precipicio desde el que saltar,
cuando mires atrás y veas a todas las que te dejaron pasar,
ojalá, entonces,
te acuerdes de mirar a tu lado
para ver que sigo ahí,
mirándote crecer
y caer
esperando que esta vez
sea en mí.

Si tenemos los ojos cerrados
todo está oscuro
y es propicio para los monstruos.

La luz sólo se ve cuando abrimos los ojos.


Sara