viernes, 27 de junio de 2014

In - Presentable

Hay días en los que América Latina
me palpita más que nunca.

Ya hace casi un año que volví

y aún no he sido capaz de escribir
ni una
     sola
          palabra,
ni una puta palabra que lo merezca.

A veces sospecho que no existen palabras

que la abarquen,
ya ni siquiera me planteo la posibilidad de explicarla.

A veces sé que ni el cielo le llega

a la altura de los talones
porque ella es infinita.

A veces entiendo que no voy a ser capaz de volver a tenerla

si no es yendo de nuevo a empaparme
y
  ni siquiera
                eso
                     porque ella
                                      no
                                           es
                                               de nadie.

Hay días en los que regreso en colectivo

y no en autobús,
y su olor me inunda las fosas nasales
y el corazón me late más fuerte
y la sangre sale a chorro
por las grietas de un lugar
al que nadie
tiene
tiempo
de escuchar.

Hay días que me visto con trajes regionales

que almuerzo choclo
y tomo mate.

Hay días a punto de ebullición en La Costanera,
hay días que no me pongo faldas, sino polleras
hay días que no me pongo camisetas, sino remeras.

Hay días que me reverberan sus palabras,
hay días que no sé hablar
sino es para nombrarla.
Que no lo entendéis,
que no es vomitarla,
que es que se me sale por la boca
sola
cuando la pienso.

Que no lo entendéis si no habéis estado allí
para conocerla.
Que no lo entendéis
y yo no os la puedo contar
porque la palabra exacta
no existe
y todas las demás
se le quedan pequeñas.

No sé cómo haceros entender
la sangre que me corre por las venas.
No sé,
de verdad, no sé
contárosla.

Una vez dijeron de mí que no necesitaba presentaciones,
que me presentaba sola.
Y yo sólo pude pensar en América Latina,
en que a ella tampoco se la puede presentar:
in-presentable
le dicen,

le digo.

Decimos muchas cosas,
hablamos por no callar,
hablamos porque se nos ha roto el resorte
que nos hace dejarnos temblar.

Decimos
     y decimos
            y decimos
                  y yo sigo diciendo
que no es posible
que es mejor que me calle.

¿Qué digo?

pero no sé lo que digo.

Sólo sé que su ausencia se hace muy grande
y que las heridas que me ha dejado
no son grietas
son putas fallas tectónicas
                                             en el pecho.

Sara

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