viernes, 27 de junio de 2014

In - Presentable

Hay días en los que América Latina
me palpita más que nunca.

Ya hace casi un año que volví

y aún no he sido capaz de escribir
ni una
     sola
          palabra,
ni una puta palabra que lo merezca.

A veces sospecho que no existen palabras

que la abarquen,
ya ni siquiera me planteo la posibilidad de explicarla.

A veces sé que ni el cielo le llega

a la altura de los talones
porque ella es infinita.

A veces entiendo que no voy a ser capaz de volver a tenerla

si no es yendo de nuevo a empaparme
y
  ni siquiera
                eso
                     porque ella
                                      no
                                           es
                                               de nadie.

Hay días en los que regreso en colectivo

y no en autobús,
y su olor me inunda las fosas nasales
y el corazón me late más fuerte
y la sangre sale a chorro
por las grietas de un lugar
al que nadie
tiene
tiempo
de escuchar.

Hay días que me visto con trajes regionales

que almuerzo choclo
y tomo mate.

Hay días a punto de ebullición en La Costanera,
hay días que no me pongo faldas, sino polleras
hay días que no me pongo camisetas, sino remeras.

Hay días que me reverberan sus palabras,
hay días que no sé hablar
sino es para nombrarla.
Que no lo entendéis,
que no es vomitarla,
que es que se me sale por la boca
sola
cuando la pienso.

Que no lo entendéis si no habéis estado allí
para conocerla.
Que no lo entendéis
y yo no os la puedo contar
porque la palabra exacta
no existe
y todas las demás
se le quedan pequeñas.

No sé cómo haceros entender
la sangre que me corre por las venas.
No sé,
de verdad, no sé
contárosla.

Una vez dijeron de mí que no necesitaba presentaciones,
que me presentaba sola.
Y yo sólo pude pensar en América Latina,
en que a ella tampoco se la puede presentar:
in-presentable
le dicen,

le digo.

Decimos muchas cosas,
hablamos por no callar,
hablamos porque se nos ha roto el resorte
que nos hace dejarnos temblar.

Decimos
     y decimos
            y decimos
                  y yo sigo diciendo
que no es posible
que es mejor que me calle.

¿Qué digo?

pero no sé lo que digo.

Sólo sé que su ausencia se hace muy grande
y que las heridas que me ha dejado
no son grietas
son putas fallas tectónicas
                                             en el pecho.

Sara

lunes, 23 de junio de 2014

Te quiero

Para estar contigo
hace falta ser valiente.
Porque tú no tienes heridas en el pecho,
tú eres una herida sin cerrar,
una granada a punto de explotar
latente (de latir)
esperando
unos labios que le detonen.
Por eso hay que ser valiente.
Hay que ser valiente para estar cerca de ti
porque aún no te conoces
y quien se acerca corre el riesgo de ahogarse contigo.
Hay que ser valiente y paciente
porque no tardas en acostumbrarte
pero sí en acercarte a querer-
te (y me).
Hay que ser valiente y fuerte
para atreverse a vivir con el tic tac
de una bomba que nunca sabes
si va a explotar.
Para estar cerca de ti
hay que atreverse a vivir sin paracaídas,
hay que saber que te vas todos los días
a conocerte
y que ni siquiera tú sabes ni cuándo
ni cómo vas a volver.
Estar cerca de ti significa
darte la mano y saltar
sin saber si hay suelo,
colchoneta elástica,
o arnés que nos evite la muerte.
Estar cerca de ti supone
acercarse a menos de dos centímetros de tu boca
y decirte:
"si tú te tragas pastillas para dormir siempre
yo te beso
y nos dormimos los dos".
Acercarse a ti
supone dejar atrás el
¿capaz o incapaz?,
porque los dos sabemos que contigo
no existen los -in.
Estar cerca de ti
supone quererte.
Y yo...

domingo, 22 de junio de 2014

Diagnósticos.

Lo más bonito del hospital son las sonrisas,
las miradas esperanzadoras,
los gestos de cariño,
las historias compartidas
el miedo acorralado
por los superhéroes que lo habitan.

Lo más triste del hospital
son las lágrimas derramadas
y los gritos de dolor,
son las fuerzas perdidas,
sentir que vence la enfermedad
y que te puede la soledad.

Hoy,
al entrar en una habitación de ese bonito y triste hospital
encontré un poco de las dos en una niña que lloraba
recién diagnosticada
y una madre que la sonreía y no paraba de repetir
"no pasará nada".

Y es que ahí dentro
no sólo hay niños fuertes,
también hay súperpadres
con superpoderes
como la fuerza,
la constancia,
la insistencia,
las ganas,
la capacidad de nunca
nunca
dejar de luchar.

Lara no se cree que esté ingresada
y hace a su madre repetir una y mil veces
qué le pasa.

"Estás malita y te vas a quedar un tiempo
pero NO PASA NADA".

No
pasará
nada.

Hay sonrisas que valen más que mil palabras
y que son más fuertes
que cualquier quimioterapia.

Lara seguía llorando
contrariada,
quería creer a su madre,
confiar en su sonrisa valiente,
su abrazo que protege,
sus palabras que arropan,
su confianza latiente.

Me ha eclipsado esa fuerza.
¿Cómo estar tan entera cuando tu vida se ha dado la vuelta?
¿Cómo se sostienen los pedazos de un puzzle roto?

Ella,
súpermadre
y funambulista
a tiempo parcial,
que se tambalea en el abismo
de la enfermedad,
que anda con delicadeza
por la frágil cuerda
de la que ahora pende
todo lo que un día soñó.

Ella,
la que más tarde he visto llorando,
a escondidas,
para que nadie la viera romperse.

Ella,
que es fuerte,
pero no siempre.

Ella,
la de la sonrisa veinticuatro horas,
la de la fuerza de gigante,
la que clama que "no pasa nada",
también tiene derecho a llorar,
también necesita un abrazo,
necesita una sonrisa valiente,
una dosis de fuerzas
y una mano que apriete.

Ella,
necesita creerse
sus propias palabras.

No
pasará
nada.

Carlota

sábado, 21 de junio de 2014

Míra(me)

Sólo espero que cuando mires atrás
te acuerdes de que siempre estuve para ti,
que siempre tuve tiempo para hacerte sonreír.
Sólo espero que cuando mires atrás
te des cuenta que tuve más detalles contigo
que esa con la que te quedaste,
que te llevé más chucherías y alegrías
que tonterías por las que rayarte.
Sólo espero que te acuerdes de todas las veces
que acabamos en tu cama
sin poder evitarlo
porque ni siquiera queríamos intentarlo.
Que cuando digas
"es que ella está más cerca"
seas consciente
de que cerca está
quien tú dejas que esté.
Cuando mires hacia delante y sólo hay niebla y precipicio desde el que saltar,
cuando mires atrás y veas a todas las que te dejaron pasar,
ojalá, entonces,
te acuerdes de mirar a tu lado
para ver que sigo ahí,
mirándote crecer
y caer
esperando que esta vez
sea en mí.

Si tenemos los ojos cerrados
todo está oscuro
y es propicio para los monstruos.

La luz sólo se ve cuando abrimos los ojos.


Sara

jueves, 19 de junio de 2014

Caperucita Roja

Inspirado en un poema de Moisés Pérez García
 
 


Se colocó en el punto
más estratégico de sus heridas:
en sus dentelladas.
Y él se acercó,
hambriento de rabia y amor,
sin darse cuenta del cepo
de la trampa,
de que ella no era el premio
sino el cebo para cazar
su poesía.
 
Se metió en la boca del lobo,
se dejó comer hasta las bragas,
para luego
rajarle las tripas
desde dentro.
 
El malo del cuento no fue
quien tenía las fauces
más abiertas y afiladas.
 
La mala del cuento acabó siendo
la de cara más dulce
y cuerpo de infarto.
 
A veces las cosas no son lo que parecen
pero para ver
hace falta mirar.

Sara

miércoles, 18 de junio de 2014

Efectos colaterales.

Soy un efecto colateral
de la música
que me eriza
y me recorre
la espina dorsal.

Soy un efecto colateral
de la vida,
de todo lo que soñé
(y sueño),
y de lo que quise ser
(y quiero),
de las personas
que se atrevieron
a buscarse un hueco
en mi interior.

Soy efecto colateral
y soy granada,
preparada para explotar,
pero que se mantiene,
así,
inestable pero sin matar,
aguardando,
paciente,
el detonante
que me haga
reventar.

Soy
(somos)
efectos colaterales
de las letras que nos llenaron,
de la lluvia que nos empapó,
de las palabras de apoyo
que nunca nos dijeron
y tuvimos que decirnos
nosotros,
de las caricias de amor,
de los trenes perdidos
por besos compartidos,
de las revoluciones
bajo la cama
y en la plaza de Sol.

Soy un efecto colateral
de la imagen
que me devuelve
el espejo,
de la poesía
que escribo,
de las lágrimas
que derramé,
de las miradas
que crucé
contigo,
de la risa incontrolada
con dosis de felicidad,
de un Principito
que creía en amar
más allá de las estrellas.

Soy efecto colateral
y soy ba(tal)la
perdida
de una guerra
aún sin ganar.

Soy tus besos
por mi pecho,
soy un baile
en bragas,
soy carretera
y manta,
soy el escalofrío
de tu espalda,
soy la mirada
que mata,
soy pájaro en mano
y ciento volando,
soy el valiente
de Vetusta Morla,
y la (im)perfecta
de Ramiro,
soy tú piel de gallina
y tus pelos de punta,
soy tú siempre
y tu jamás,
tú todo o nada,
tú infinito más finito,
tú mejor opción
para soñar.

Soy una bomba.

Todos al suelo,
que va a explotar
este efecto colateral.

Carlota

sábado, 14 de junio de 2014

Borrando.

Estoy borrando de mi reproductor todas las canciones que me recuerdan a ti
y me duele cada nota,
cada verso que recuerdo que me dedicabas.

Estoy borrando todas las canciones que me recuerdan a ti
aunque ya hace tiempo que las paso
cuando empiezan a sonar.

Estoy olvidándote voluntariamente
porque nuestras canciones ya no me dicen
"quédate, quiero que te quedes".

Estoy ejerciendo mi derecho a la amnesia obligatoria
porque tu voz sonando en mi cabeza
me araña las circunvoluciones del cerebro,
porque tu voz arrastrando cada nota desafinada
dispara las mil revoluciones
que llevo atadas a mi pecho.

He borrado todas y cada una de esas canciones
para decirme a mí misma que es el momento
que "ya está bien, guapa, de andar salvando almas",
que "fuiste su sálvese quien pueda y quien pudo no quiso"
que "oportunidades damos todos
y tú más que ninguna
pero que ya está bien,
que te mereces otra cosa":
música nueva, pasos nuevos,
risas nuevas.

Estoy borrando todas y cada una de aquellas canciones
que un día construyeron un "nosotros"
y me duele más que a ti hacerlo
porque yo era la que llevaba el a(l)rma
cargada de primaveras.

Estoy borrando
porque yo siempre fui tu duda,
porque siempre dudaste de si era cierta,
porque siempre dudaste de mí.

Te estoy borrando porque yo fui
la duda de no saber cómo acaba la canción.

Pero ahora ya no hay duda
ya no más conversaciones,
ya no más intentos de convencerte de que la primavera
da alergia, sí,
pero es bonita
y tiene solución
siempre tiene solución.
Ya no voy a intentarlo más
ya no voy a decirte
que aquel mar llevaba a buen puerto la barca.
Ganas tú,
la canción acaba como tu querías,
la barca naufraga

y yo

te borro del mapa.

Sara

miércoles, 11 de junio de 2014

Diablos II

Ayer Carlota no pudo venir a la jam de Diablos Azules, así que me permití el lujo de escribir dos poemas.

No seré yo quien mate la última hormiga


Tuve miedo de agarrarte la mano
y te atreviste a mirarme a los ojos.
Escribimos cuentos entre tus lunares.
Echamos de comer a los miedos.
Me cantaste un blues en las bragas
y acariciaste los escombros de mis alas.

Pero tu boca prefirió su cuerpo,
tus ojos prefirieron bañarse en su pelo.
Construiste un nuevo hormiguero en otro agujero.

Intenté exterminar a toda la colonia que formaste con ella.
Estuve a punto,
lo juro:
agarré el fumigador y lo metí en el hueco de vuestra casa.
Pero no seré yo quien mate la última hormiga.

Sara


Aparecen ante mis ojos
en mis hojas.
Todas en fila india
una dos tres
Pequeñas manchas negras
sobre un folio en blanco.
Siguen y siguen caminando
como si no tuviesen otra cosa que hacer.
Continúan camino a su destino:
un agujero negro hacia el subsuelo.
Llevan a sus espaldas miles de pedradas
más pesadas que sus cuerpos.
Hormigas como palabras
Todas en cascada
como en
este poema.
No seré yo quien mate la última hormiga,
que sigan andando las palabras,
que no se muera
la poesía.

Sara

De aprender y de querer tener(te)

Aprendí a tragarme
la depresión con cerveza,
las penas con vino
y el hastío con diazepán.

Lloré lo que no está escrito,
y llené todas las copas de vino
hasta curarme
y dejar de sangrar.

Me aprendí de memoria
todos los bares
de la ciudad,
y los nombres de los poetas
que los frecuentaban
en busca de musas
que les inspiraran
o les follaran,

qué sé yo.

Me volví adicta al verso,
a la novela negra,
a la voz ronca de Sabina,
a la erótica de Carlos
y a la de Quique.

Me convertí en musa
y en puta,
en lágrima
y en carnaval.

Confundí cariño
con gemir,
y beber
con ser feliz.

Me compré
tacones de infarto
para sentirme
más cerca del cielo
y más lejos
del infierno.

Aprendí muchas cosas
y solo quedan restos
de algunas historias.

Ahora tengo miles de poemas
en libretas rotas
contando nuestra historia.

Ahora tengo una guitarra
con las cuerdas rotas,
entradas de conciertos sin usar
y un cigarro a medio fumar.

Tengo mapas
con señales en los sitios
que quería conocer
[contigo]

Tengo domingos eternos
y lunes grabados a fuego.

Tengo un mar de dudas,
me como las excusas,
y de vez en cuando
hecho a volar.

Tengo un lienzo a medio pintar,
sin terminar,
como lo nuestro.

Tengo dos alas en la espalda
y un arsenal de ganas
que quiero gastar en tu cama.

Tengo muchas vidas,
muchas historias,
y muchas heridas.

Tengo muchas cosas,
mi amor,
pero yo solo quiero
tenerte a ti.

Carlota

lunes, 9 de junio de 2014

Sara vol.1

Había una vez
una chica
que estaba más guapa
sin peinar
que peinada,
recién levantada
que recién maquillada,
desnuda
que vestida
con sus mejores galas.

Había una vez
una chica
a la que en la intimidad
llamaban poesía,
a la que sus amigos
llamaban alegría,
y cuya familia
decía que estaba perdida.

Poesía,
alegría,
perdida.

Dime si no te seduce la idea,
miénteme si no te enloquece
solo pensarla,
confiesa que te encantaría
ser el poeta
que hiciera poesía
con sus alas,
o bañarte en la alegría
que desprende su mirada,
o decirla
que ya nunca más
estará perdida
porque ahora estás tú,
para encontrarla.

Esa chica
se llama Sara
y miento
cuando la limito
a estas letras,
porque ella
es mucho más grande
que cualquier poema.

Es la tormenta
y el salvavidas,
es la lágrima
y es la risa,
es un abrazo
mientras llueve
y todos miran.

Es la chica
a la que desnudas
en sueños.

Es la chica
que te lame
las heridas.

Es Sara,
y solo con su nombre
os debería valer
para imaginarla.

Carlota

viernes, 6 de junio de 2014

Abismos y prisas

Yo
tuve
la risa más bonita del mundo
para ti.

Me dejé hacer cosquillas
y tú, amor,
me clavaste los dedos entre las costillas.

Se me aceleró el corazón
con tu mano,
contigo
y tú lo sabes porque te tumbaste a escucharlo sobre mi pecho.

Carre(te)ra de asfalto
pleno sol
verano,
(des)hidratación.
Sin frenos
con precipicios.
Sin paracaídas
con alas
rotas.

"Tal vez piensas demasiado"
Y demasiado fuerte
es lo que aún no sabes.
Pero es que tengo una libélula
atragantada en el diafragma
que no me deja
parar de volar-(me la cabeza)

Me has visto asustarme y asustarte
Me has acariciado las heridas
y te he besado la espalda.

Me has hecho el amor
lento
sin besarme la boca.

Me has tratado con tanto tacto
que se te ha olvidado el contacto.

Hemos fingido ser dos locos
enamorados
por un rato.

Te has convertido en poeta

me has convertido en un juego
hemos deshecho las penas
y te has quedado dormido.

Hemos querido cortarnos las venas
nos hemos bebido todas sus curvas
le he gritado a tus vecinos
y he bailado en tu ascensor
mientras pensaba que el amor
me corría por la sangre.

Yo
he tenido
la voz más bonita
cuando cantaba contigo.

Sara

jueves, 5 de junio de 2014

Diablos I

El martes pasado Carlota y yo fuimos a nuestra primera Jam Session del Diablos Azules. Antes de comenzar te proponen un juego: te dan un verso y escribes en 10 minutos lo primero que se te pase por la cabeza con ese verso.
Hemos decidido ir colgando lo que nos va saliendo cada vez que vayamos.
Aquí están los del martes pasado.

"Me gusta el suicidio colectivo de las flores"

Me gusta el suicidio colectivo de las flores,
esa muerte que sufren sus pétalos
cuando los deshoja algún poeta 
en busca de una respuesta
acerca de si le quieren.

Me gusta el olor a primavera,
los amantes que arden,
las lágrimas alérgicas.

Me gustan los ramos
que regala la gente
cuando necesita demostrar algo a quien quiere.

Me gusta la danza de las abejas,
que se comuniquen entre ellas
con suaves movimientos
que anuncian un buen momento.

Sobre todo me gusta
que las flores
se suiciden sin pena,
porque cada muerte
anuncia una nueva vida,
una nueva flor,
un nuevo poema.

Carlota

Andaba con el sol en los talones
el calor en los labios
el verano enredado en el pelo.
Caminaba cambiándome las estaciones de sitio:
se acercó a mi cerveza,
le dio un trago
y se marchó.
La vi partir como se marcha la primavera:
dejándome la falda corta
y los días largos.
Pero esta vez no era nostalgia.
Me gusta el suicidio colectivo de las flores
que provoca cada vez que se marcha
por mis pupilas
hacia el final de la calle
dejándome en pleno verano.
Asifixiada
y con sed.

Sara

miércoles, 4 de junio de 2014

Nunca se me dio bien librar batallas.


Le he declarado la guerra a tus labios
por dejarme fuera de combate
y (des)a(r)marme.

Le he pedido una tregua a tus ojos,
porque cada vez que me miran
se me hace un nudo en la garganta.

Me he apuntado a una clínica de desintoxicación
y les he dicho
que soy adicta
a la peor de las ausencias
[a ti]
y que me curen,
que cuando me entra el mono
hago cosas
que ni si quiera puedo decir aquí.

Le he pedido a mi madre una manta
para ver si me calma
el escalofrío
que recorre mi espalda
al verte.

El médico
me ha recetado
pastillas para el vértigo
que siento cuando me adentro
en tu cuerpo.

Y en la farmacia
he comprado caramelos de menta
para ver si se me pasa
el dolor de garganta que tengo
de gemir en la cama.

Le he dado vacaciones
a mi imaginación,
porque estaba entrando en depresión
de tanta rutina,
y es que todos los días
te imaginaba.

Me han llamado desde Valencia
para decirme
que los fuegos artificiales
que hacemos en la cama
se ven desde su playa
y que son bastante mejores
que los de muchas fallas.

Me he apuntado al gimnasio
para defenderme,
para saber como protegerme,
para ver si de una vez gano,
aunque sea a puñetazos,
en esto del amor.

Me he descargado
un manual de instrucciones
para entenderte
y entenderme yo a mi,
a ver si consigo saber
que es lo que tienes o llevas
que me hace tan adicta a ti.

Le he pedido al mundo que pare,
que deje de girar,
le he dicho que va muy rápido
y que yo quiero disfrutar
del tiempo
que paso entre tus brazos.

He encargado en la funeraria
mi epitafio antes de tiempo
para que si me muero,
al visitarme todos sepan,
que morí por sobredosis de ti.

Me he preparado para caer,
me he comprado una caja de 80 tiritas,
otra de 20 gasas
y litros de desinfectante,
para que si algún día te vas
y no vuelves
al menos sea limpia la herida
duela menos
y no se infecte.

Pero,
aun con todos mis esfuerzos,
mis treguas declaradas,
mis guerras no ganadas,
y la cama sin hacer,
no sé como lo haces
que cada noche
te sigo esperando otra vez.

Carlota

PD: en esta casa,
además de escribir,
también se dibuja.

martes, 3 de junio de 2014

Mensaje para un poeta

La poesía,
es la enferma
y la enfermera.

Te cuida,
te rompe,
te cura,
te sana,
te habla,
te llora,
te cicatriza el alma.

Pero también
necesita ser cuidada,
necesita que la entiendan,
que la lean descuidada,
que la traten con ternura
y con las ganas.

Te necesita a ti,
poeta,
y tú a ella.

Y es que no hay nada
que lama, que cure, que salve
como tus propias palabras
abrazando las sombras
que escondes tras esa máscara.


Carlota

lunes, 2 de junio de 2014

De póker y de juegos.

Tal vez aprender a jugarte
sea el mayor riesgo de esta partida.
Y yo no sé si tengo ganas
ni cartas
ni baraja
con la que echar a jugarme
un póker en la vida.

Tal vez yo me dejo jugar
porque no hago trucos.
Pero tú eres mago
y juegas a tu antojo con mi vista:
consigues que me fije
sólo
en lo que dejas sobre la pista.

Tal vez sea mejor dejar el sexo que nos emborracha
cuando bebemos cervezas.
Tal vez porque me hago daño
o quizá porque estás con otra.
Tal vez porque hoy estabas cansado.
Y el otro día porque estabas jodido.
Y otro porque nos teníamos ganas.
Pero es que, amor,
siempre nos tenemos ganas.
Nos bebemos las ganas del otro cada vez que nos vemos.
Y tengo sed cada vez que te veo
cerca de mí
acariciándome los miedos y las heridas.

Tal vez deberíamos apostarnos
esos mil besos que me envías
a una sola carta;
tal vez apostarnos la vida
a todas nuestras cartas;
o tal vez apostarnos todas las cartas
a toda nuestra vida.

Aunque tal vez debería dejar de jugar
y fumarme mis miedos en algún bar.
Tal vez debería cuidarme un poco más
de ti
que me vas ganando la partida
y esta vida.

Pero no juegues con quien antes de perder la partida
tuvo tiempo para mirarte la espalda
las alas
y la herida.
Levanta la vista de esa cuatricromía
que es siempre tan atractiva,
aparta las cartas que separan nuestros cuerpos
y bañémonos sin un ápice de escudos.

Pero tal vez tengas miedo
y a mí también
por noséquérazón.

Así que shhh
Porque si hablamos en voz alta algunas cosas,
los deseos,
se cumplen.
Pero es que un deseo no mueve nada.
Y una decisión lo cambia todo
ojalá que no cambie nada:
"me lo apuesto todo al rojo de mis días"

He sido juego y juguete.
He sido póker y baraja.
Pero ya no soy más tuya
ni si quiera un poco mía
Y si quieres jugar a las malas, 
jugamos todos, guapo.

Pero esta vez,
la baraja,
está trucada.


Sara


esta lúgubre manía de vivir
esta recóndita humorada de vivir
te arrastra alejandra no lo niegues.
(A. Pizarnik)


Que sí, que confío demasiado rápido. Que me caigo todos los días muchas veces. Que no sé contener mis ganas de matar a alguien. Que se me van las palabras por la cara.

Que sí, que lloro demasiado. Que me dejo la piel en cada cosa que hago. Que sí, que soy de sonrisa fácil. Que me río a carcajada limpia aunque esté sola. Que canto por la calle sin miedo a que me escuchen.

Que sí, que me emborracho fácilmente. Que abrazo si siento que tengo que hacerlo. Que hablo con cualquiera. Que miro a todas partes con descaro.

Que sí, que me molestan muchas cosas. Que soy muy intensa.

Que sí, que vale, que todo eso está muy bien.
Pero es que yo me dedico a vivir.

Y sobrevivo de puta madre.

Pero es que vivo mejor.

Sara

Allá vamos, Madrid.

Enciendes el reproductor. Quitas la opción de "repetir 1". Le das al play.
La lista empieza a sonar. Carmen Boza habla a la altura justa de tus ojos, y vas escuchando todas sus canciones.
Llegas a la entrada, agarras las llaves. Abres. "Esta manía tan suya de papá de cerrar la puerta con llave cuando estamos dentro", te quejas. Me sorprendió que en mitad de la canción huyeras a lomos de un león. Canción A. Puta Carmen, siempre dando de lleno.
Sigue sonando. Canción tras canción. Dices adiós. Cierras la puerta y echas la llave. "No vaya a ser que se escape algún gato", piensas.
Enciendes la luz. Comienza a sonar el contador, ese que al principio odiaba tanto y que ahora me regala una base rítmica para inventarme alguna canción cuando mi vecina de enfrente no me espía por la mirilla de la puerta.
Llamas al ascensor.
Esperas.
Viene y abres la puerta.
Pasas por encima de aquella canción que se te metió entre los pulmones cuando le conociste. Como el humo de su cigarro.
Se te clava cada nota, cada compás. Pero pasas por ella, escuchando cada acorde, saboreando cada palabra. Y ya no hay esa tentación de pulsar ese botón que te devolvería al pasado.
Porque de un tiempo a esta parte siempre pulsas el 10 cuando subes al ascensor, aunque estés ahí arriba, porque tienes más ganas de echar a volar que de bajar con el resto de los mortales.
Pero bajas, porque tienes que bajar. Y sales a la calle y subes una escalera pisando cada escalón con cada nota. Subiendo, siempre subiendo.
El vecino del portal 4 del tercer piso habla con la vecina del 5º, que pasea a su perro en la calle. Y se dan las gracias por noséquécosa.
Todo sigue su curso.
Y tú sigues subiendo. Y se acaba la cuesta. Ya no subes. Pero tampoco bajas.
Portal 2. Miras los jardines. Flores. Siempre primavera. "Me encanta nuestro jardinero".
Y miras hacia abajo. Alguien te ha dejado un barquito de papel para que no te hundas, para que salgas a flote.
Y entonces sonríes.
Y giras y atraviesas ese desierto de parque y bajas la calle y paras y esperas a que el semáforo se ponga en verde con la sensación de que es hora de cruzar.
Y cruzas.
Y juegas a imaginar. Y vuelves a girar y vuelves a cruzar después de haber esperado tanto tiempo un cambio en verde.
Y ves la parada del autobús. Esperas de nuevo, y ya viene. Le ves. Le paras. Subes. De nuevo en verde.
"Allá vamos, Madrid".
La música sigue sonando y aquella canción ya no suena. Ya ha pasado y has sabido seguir adelante.
Como siempre.
Como nunca.
Sola y valiente.
Porque tú sabes hacerlo.
Y el autobús de mi vida y este en el que voy sentada va parando a recoger y dejar gente. Hay quien sube. Vamos al mismo destino. Hay quien se baja antes de que me dé tiempo a fijarme en ella. Hay quien está un rato y luego se va.
El asiento de mi lado sigue vacío. Y yo, hoy, dejo de mirar en el cristal los reflejos de la gente que me rodea. Ya no intento adivinar sus caras. Me atrevo a mirar a través de él cómo se pone el sol sobre los tejados de Madrid.
Ya llegamos a la ultima parada. Es pronto. Voy andando a mi destino. Disfrutando de las canciones y de  la gente. Y del sol que queda antes de que anochezca.
Vamos a ver magia esta noche.
Vamos
a ser magia.

Sara

domingo, 1 de junio de 2014

Cirugía al desamor

Nuestro amor ha sido
una operación a corazón abierto.
Tú, cirujano,
despedazándome entera.
Yo, paciente,
dejándote deshacer esta enredadera.

Me dijiste que me tranquilizara,
que confiara,
que no todo estaba perdido,
que no perdiera la calma.

Pero ya se sabe de la fama
de los médicos de mala calaña,
mucho hablar
y poco decir nada.

Ahora,
he perdido mucha sangre
porque tú no sabes manejar el bisturí
porque te atreviste a operar con los ojos cerrados
porque te bebiste mis ganas de ti.

Ahora está todo manchado,
solo quedan las heridas,
y no hay nadie que me las lama
ni que me cure estas ganas.

Tú, maldito idiota,
jugando a ser Dios en este quirófano.
Yo, maldita tonta,
siempre confiando demasiado.

Pero se acabó,
quiero el alta definitiva,
quiero cambiar de cirujano,
quiero un transplante de corazón,
y quiero otros brazos.

(que sepan como parar
todo esto que sangro)




PD: es el primer poema de mi vida, no me juzguéis. 

Carlota

Carlota Vol.2

Te quiero, Carlota

Ella tenía el miedo en la punta de los dedos
y la vida en las pestañas.
Se atrevía a mirar revoluciones en la espalda
que solían acabar entre la espada y la pared.
Nació para ser valiente
o nada.
Arriesgaba sus sueños a cada paso que daba
con o sin tacones,
daba igual,
ella era tan alta que llegaba a alcanzar la luna con los dedos
pero sólo cuando no se hacía pequeñita.
Si se sabía débil
se ponía mil corazas más
acertando a encajar, quizá, 1 de cada 1000.
Yo la miraba desde cerca y veía sólo lo que ella me quería enseñar
que unas veces era todo
y las otras también.
Tenía las alas de cristal
y sabía volar a ras de suelo
pero también a la altura de sus sueños.
No sabéis cómo bebía las cervezas
y cómo me sonreía cuando tenía un mal día.
Ella me ha visto en serio ser yo misma.
Me ha visto llorar y reír en décimas de segundo.
Me ha visto amar y sufrir,
me ha visto desangrarme la vida sobre el papel.
Ella se atrevió a mirar y vio de cerca mil escombros
con ganas de soñar.
Se atrevió a limpiar mis alas
se atrevió a soplarme para darme un empujón
y echamos juntas a volar
y desde entonces no sé cuál es el límite entre ella y yo
porque empezamos a ser amigas
y nos convertimos en dos gotas de agua que se entienden
que se atreven a encajar
que se atreven a ser
y juntas.

Sara

Pequeños superhéroes con mucho más que súperpoderes.


Al habla Carlota, voluntaria en un hospital con infancia hospitalizada que viene a contaros pequeños momentos mágicos que me ofrecen personitas muy pequeñas de las que tenemos mucho que aprender.

Hoy hemos montado una mesa enorme de dibujo, donde de dos niños al principio hemos pasado a 8 en un pis pás de tantas risas. Todos eran niños de 8 a 11 años.
Estábamos todos concentrados pintando cuando Alex ha dicho muy alto "que levante la mano los que tengamos novia", y rápidamente unos cuantos han levantado la mano (también él). Entonces a mi me ha surgido la curiosidad, ¿cómo es eso de tener una novia con 11 años? Así que le he preguntado:
-Pero...¿y cómo sabes que es tu novia? La regalas chuches, os dais la mano...
-No, se que es mi novia porque nos miramos a los ojos.
Por si no os habéis muerto de amor ya, Alex, todo un romántico, ha seguido explicándose:
-Y porque una vez me dio un beso en la mejilla y me latía muy fuerte el corazón.
Entonces, Jorge, ha irrumpido en su historia para hacerle una pregunta relevantísima:
-Pero, ¿la conociste antes o después de San Valentín? Porque si fue antes tendrías que haberle hecho un regalo, pintarle un corazón muy grande y regalárselo.
-Pues no me acuerdo si fue antes o después, la conocí en el hospital, que de repente la miré a los ojos y dije "qué guapa es"- le ha contestado Alex.
-¿Y ella sigue aquí?- le he preguntado yo.
-No...ya se fue...y ahora la echo mucho de menos.

Los demás niños tampoco querían perder la oportunidad de contar su historia, sus novias y todos sus detalles románticos, así que Víctor ha dicho:
-Pues yo a mi novia la regalé un dibujo firmado, y se lo puse en su habitación del hospi por la noche para darla una sorpresa, porque estaba mala y triste, pero se puso muy contenta.
-Yo a mi novia la llamo algunas noches para decirla que duerma bien y que he aprendido a hacer pulseras para regalárselas- ha respondido Álvaro.

Con todo esto me gustaría dar una lección a todos los hombres del planeta que no saben amar, a todos esos pesimistas que no creen en los "te quiero", a los que dicen que todo es una mierda, los que minusprecian los abrazos y los besos: niños de 11 años saben amar mejor que vosotros.
El amor es muchas cosas, y el amor también es atreverse a pintar corazones de papel y colgarlos por las paredes de un hospital donde la pena y la muerte acechan, pero donde se puede ser feliz, o se puede intentar hacer a otros felices.

Hoy me han dado muchas lecciones de amor la verdad, y por eso vengo aquí a contároslo, para que de alguna forma, también la recibáis vosotros. Porque también está Basil, un niño ucraniano que no sabe ni una palabra de español que no jugaba con nadie porque no podía hablar con los otros niños y merodeaba triste por toda la sala.
Un niño rubio, de ojos azules, pequeño y "poca cosa", tan poca, que se le iban cayendo los pantalones, y hasta llevaba las vías caídas y descuidadas.
Me he acercado a él, y después de un buen rato intentando ver a qué quería jugar o cómo podíamos entendernos he decidido coger la plastilina (universal donde la haya), le he llevado a la mesa donde estaban el resto de niños y nos hemos puesto a moldear.
Lo primero que ha hecho es una pistola enorme que me ha recordado a alguna película de ciencia ficción así que, siguiendo mi instinto básico y la capacidad que tenemos todos de entendernos con señales, he empezado a hacer marcianos, y el ponía cara de gustarle, hemos seguido haciendo marcianos, pistolas, naves espaciales....todos los demás niños han empezado a animarse y hemos empezado a luchar.
Entonces he caído, faltaba una cosa importantísima, ¡música!. He puesto la banda sonora de la guerra de las galaxias (también muy universal) y ahí si que si, ha comenzado nuestra guerra intergaláctica, con meteoritos incluidos.
Basil se reía como un loco, tiraba las cosas por todos lados, de repente se ha llenado de vitalidad.

Cuando ya nos íbamos se ha acercado a mi, me ha mirado con esos ojos enormes y tristes, me ha sonreído por detrás de las vías que le llegan hasta la nariz, ha levantado los brazos para que me acercara y me ha dado un súper beso en la mejilla con abrazo incluido. Es la forma que tiene alguien que no sabe hablar el idioma de dar gracias. Pero también es la forma que deberíamos tener todos de dar gracias aún sabiendo hablar perfectamente el español o el idioma que sea.

Eso también ha sido amor, y del bueno. Y todos los niños levantándose a darme un beso de despedida y rodeándome las piernas, también.

Y es que en el hospital no son las grandes cosas las que construyen y curan, son los pequeños detalles, los momentos más escasos, las sonrisas, los dibujos, hacer la construcción más grande de todas, no salirte de la raya, hacer una cerrera de sillas de ruedas sin que nos vean las enfermeras y, por supuesto, también las novias.


El hospital también es casa
si sonríes
y me abrazas.

Carlota