domingo, 1 de junio de 2014

Pequeños superhéroes con mucho más que súperpoderes.


Al habla Carlota, voluntaria en un hospital con infancia hospitalizada que viene a contaros pequeños momentos mágicos que me ofrecen personitas muy pequeñas de las que tenemos mucho que aprender.

Hoy hemos montado una mesa enorme de dibujo, donde de dos niños al principio hemos pasado a 8 en un pis pás de tantas risas. Todos eran niños de 8 a 11 años.
Estábamos todos concentrados pintando cuando Alex ha dicho muy alto "que levante la mano los que tengamos novia", y rápidamente unos cuantos han levantado la mano (también él). Entonces a mi me ha surgido la curiosidad, ¿cómo es eso de tener una novia con 11 años? Así que le he preguntado:
-Pero...¿y cómo sabes que es tu novia? La regalas chuches, os dais la mano...
-No, se que es mi novia porque nos miramos a los ojos.
Por si no os habéis muerto de amor ya, Alex, todo un romántico, ha seguido explicándose:
-Y porque una vez me dio un beso en la mejilla y me latía muy fuerte el corazón.
Entonces, Jorge, ha irrumpido en su historia para hacerle una pregunta relevantísima:
-Pero, ¿la conociste antes o después de San Valentín? Porque si fue antes tendrías que haberle hecho un regalo, pintarle un corazón muy grande y regalárselo.
-Pues no me acuerdo si fue antes o después, la conocí en el hospital, que de repente la miré a los ojos y dije "qué guapa es"- le ha contestado Alex.
-¿Y ella sigue aquí?- le he preguntado yo.
-No...ya se fue...y ahora la echo mucho de menos.

Los demás niños tampoco querían perder la oportunidad de contar su historia, sus novias y todos sus detalles románticos, así que Víctor ha dicho:
-Pues yo a mi novia la regalé un dibujo firmado, y se lo puse en su habitación del hospi por la noche para darla una sorpresa, porque estaba mala y triste, pero se puso muy contenta.
-Yo a mi novia la llamo algunas noches para decirla que duerma bien y que he aprendido a hacer pulseras para regalárselas- ha respondido Álvaro.

Con todo esto me gustaría dar una lección a todos los hombres del planeta que no saben amar, a todos esos pesimistas que no creen en los "te quiero", a los que dicen que todo es una mierda, los que minusprecian los abrazos y los besos: niños de 11 años saben amar mejor que vosotros.
El amor es muchas cosas, y el amor también es atreverse a pintar corazones de papel y colgarlos por las paredes de un hospital donde la pena y la muerte acechan, pero donde se puede ser feliz, o se puede intentar hacer a otros felices.

Hoy me han dado muchas lecciones de amor la verdad, y por eso vengo aquí a contároslo, para que de alguna forma, también la recibáis vosotros. Porque también está Basil, un niño ucraniano que no sabe ni una palabra de español que no jugaba con nadie porque no podía hablar con los otros niños y merodeaba triste por toda la sala.
Un niño rubio, de ojos azules, pequeño y "poca cosa", tan poca, que se le iban cayendo los pantalones, y hasta llevaba las vías caídas y descuidadas.
Me he acercado a él, y después de un buen rato intentando ver a qué quería jugar o cómo podíamos entendernos he decidido coger la plastilina (universal donde la haya), le he llevado a la mesa donde estaban el resto de niños y nos hemos puesto a moldear.
Lo primero que ha hecho es una pistola enorme que me ha recordado a alguna película de ciencia ficción así que, siguiendo mi instinto básico y la capacidad que tenemos todos de entendernos con señales, he empezado a hacer marcianos, y el ponía cara de gustarle, hemos seguido haciendo marcianos, pistolas, naves espaciales....todos los demás niños han empezado a animarse y hemos empezado a luchar.
Entonces he caído, faltaba una cosa importantísima, ¡música!. He puesto la banda sonora de la guerra de las galaxias (también muy universal) y ahí si que si, ha comenzado nuestra guerra intergaláctica, con meteoritos incluidos.
Basil se reía como un loco, tiraba las cosas por todos lados, de repente se ha llenado de vitalidad.

Cuando ya nos íbamos se ha acercado a mi, me ha mirado con esos ojos enormes y tristes, me ha sonreído por detrás de las vías que le llegan hasta la nariz, ha levantado los brazos para que me acercara y me ha dado un súper beso en la mejilla con abrazo incluido. Es la forma que tiene alguien que no sabe hablar el idioma de dar gracias. Pero también es la forma que deberíamos tener todos de dar gracias aún sabiendo hablar perfectamente el español o el idioma que sea.

Eso también ha sido amor, y del bueno. Y todos los niños levantándose a darme un beso de despedida y rodeándome las piernas, también.

Y es que en el hospital no son las grandes cosas las que construyen y curan, son los pequeños detalles, los momentos más escasos, las sonrisas, los dibujos, hacer la construcción más grande de todas, no salirte de la raya, hacer una cerrera de sillas de ruedas sin que nos vean las enfermeras y, por supuesto, también las novias.


El hospital también es casa
si sonríes
y me abrazas.

Carlota

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